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lunes, 9 de julio de 2012

Cuando regrese a casa

Quiero regresar a casa, con mi amado Padre, con mi maestro Jesucristo.

Me encuentro en este afanoso viaje en tierras extranjeras, sin conocer el propósito exacto de estar aquí. Le oro a Dios cada día para que me revele su plan para conmigo o, mejor dicho, mi posición en ese plan perfecto. Mi mayor anhelo es cumplir con mi misión exitosamente y alcanzar la meta, cantar victoria y ganarme el regreso a casa.

Doy gracias a Dios por proporcionarme este cuerpo necesario para habitar en este plano físico y por darme la adaptabilidad necesaria para acostumbrarme a las limitaciones propias de esta vida material. Sin embargo, cada día que despierto sé que tengo grandes retos que cumplir y al acostarme en las noches me acuerdo de que no he vencido, que sigue la carrera y que evidentemente me falta (poco o mucho) por acariciar la victoria.

Mi victoria será regresar a casa, saber que he cumplido con mi misión y que descansaré en mi hogar. Cuando este cuerpo sea declarado clínicamente muerto por el cese de actividad cardiaca, pulmonar y cerebral, habrá llegado el momento en el que no lo necesite. Si no necesito este cuerpo físico, quiere decir que mi misión habrá sido cumplida y que me esperan en mi hogar.

No puedo imaginar mayor satisfacción que ésa, sinceramente. Nada en este mundo puede ser comparado con la paz de estar en casa, en tu patria, en el lugar al que perteneces, con quienes te aman, según las condiciones de tu naturaleza más pura.