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martes, 12 de julio de 2011

¡Que bueno es ser hipócritas!

¡Que bueno es sacar provecho personal de los recursos corporativos sin siquiera haber cumplido con el compromiso asumido con la organización!
¡Que bueno es sentarse a señalar la corrupción pública sin reparar en la nuestra!
¡Que bueno es usar las interminables excusas para desviar la atención de nuestras fallas!
¡Que bueno es el lucrativo servicio de vender como noticias los secretos a voces, pero ocultarlos si salimos mal parados!
¡Que bueno es aplicar la ley con la máxima de subjetividad posible!
¡Que bueno que existen grupos a los que podemos señalar porque todos los señalan!
¡Que bueno que todas esas páginas sobre ética les apliquen sólo a "aquellas" personas!
¡Que bueno que se puede hacer y deshacer conforme a las circunstancias!
¡Que bueno es juzgar y jamás ser juzgados!
¡Que bueno es no tener vergüenza!

 ¡Que bueno es ser hipócrita!
Pero sobre todo esto, ¡que bueno es que la sociedad generalizada también lo sea! 
¡Que bueno que Janssiel es simplemente una persona!
¡Que bueno que no tiene relevancia lo que ella piensa!
¡Que bueno que si ella es de esa clase moralista en peligro de extinción, sea rechazada por todos nosotros!
¡Que bueno que es tan estúpida como para dedicar su tiempo y energía a valorar este fenómeno!
¡Que bueno que es cristiana, que se desvive apegándose a la justicia y que se atreve a apartarse de nosotros para no ser como nosotros!
¡Que bueno que podemos decir que ella es anormal, que es la antítesis de nuestra hipocresía!
Total, ¿qué importa que una persona se sienta mal de no poder trabajar dignamente?
¡¿Qué importa que ella sienta extinguirse por no poder desaparecer de entre nosotros?!
¡¿Qué importa que ella considere que estamos equivocados?! ¡No importa! Total, ella es sólo una persona, una pobrecita de esa ínfima proporción de la humanidad que habla de esa estupidez llamada ética. 
Porque son minoría casi inexistente esos ridículos que se atreven a tener criterio propio para discernir entre lo correcto y lo incorrecto.
Déjala que se apegue a la inconveniente ética, a esa piedra, a ese obstáculo para los egoístas propósitos de enriquecernos con el mínimo esfuerzo propio, con el máximo hálito de los demás.
A esa Jatnna Massiel Concepción Cortés, déjala que se hunda por no vender su conciencia, que más nos rinde mucho más la ganancia del abuso que nos da de comer, de beber, de vestir, de fumar y hasta de vacacionar toda la vida.
Sí, lo que nos conviene es que desaparezcan los enfermos de idioticia como esos moralistas.


Janssiel

Jatnna Massiel Concepción





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